En la turbulencia de la crisis y el bloqueo, Venezuela ha encontrado una ruta que le viene permitiendo superar el cerco y el colapso, quebrando así la estrategia imperial de destrucción de la revolución Bolivariana.
El presidente Nicolás Maduro ha comprendido que la consigna de comuna o nada significa un esfuerzo por preservar las formas de economía social y reciprocidad en la construcción material y espiritual de la sociedad venezolana, es claro que son estas relaciones del vínculo y la ayuda mutua, las que salvaron a la población de la hambruna en este ciclo de bloqueo vivido entre 2017 y 2022. A la par el papel del Estado en su tarea de redistribución, es una fuerza que no ha sido fracturada, si bien, la caída en la renta genera profundas deficiencias y asimetrías en la protección Estatal o en las dinámicas de la economía pública.
Pero en contravía de la izquierda teórica y ortodoxa, el presidente Nicolás Maduro ha comprendido el papel las fuerzas mercantiles privadas en la activación económica y en el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir la expansión del tejido empresarial y sus soportes en capacidades, ciencia y tecnología.
Este esfuerzo ha requerido un cambio en varias líneas de política económica como el control y liberalización de precios, la liberalización arancelaria y el permitir la presencia del dólar en complemento complejo con el Bolívar, creando de facto un modelo plurimonetario, que ha permitido estabilizar los precios, garantizar el abastecimiento y recuperar los ciclos de negocio al hacer viable la planificación, resguardo de valor y la transabilidad cotidiana.
Junto a esto, dos líneas de política han sido fundamentales, estas son la ley constitucional antibloqueo y la ley de zonas económicas especiales, las cuales son la matriz central de un nuevo ciclo en desarrollo en el conjunto del territorio nacional.
Frente a todo este proceso, una visión honesta pero rígida y ortodoxa de izquierda, ha salido con posturas críticas, es el caso de la profesora Pascualina Cursio y sus tesis sobre salario y crítica a la desregulación económica, o el profesor Brito García y su radical oposición a las dos leyes en mención.
Frente a estas posturas, carecemos de una confrontación teórica que sitúe sus posiciones como angelicales pero ahistóricas, es decir, formas de pensamiento que ven el socialismo como un esfuerzo de buena voluntad sin ser mediado por las condiciones del desarrollo material de la sociedad.
Estas posturas reclamadas como izquierda, olvidan los tempranos análisis de Marx sobre el socialismo, el cual era en esencia como lo afirma el profesor Núñez tenorio, una sociedad de transición, no un modo de producción (Nuñes,1974), se trataría de avanzar del modo de producción capitalista al modo de producción comunista a partir de una fase intermedia llamada socialismo en la que perviven las formas mercantiles del capital, si bien comienzan a tomar vigor las expresiones de reciprocidad y economía social, comuna o autogestión junto a la tarea de redistribución del Estado.
En esta precisión, Núñez nos llama a comprender el concepto de transición como un ciclo histórico prolongado, frente al cual el voluntarismo e infantilismo de invocar el comunismo para ya, solo nos llevará a la frustración.
Tempranamente Marx en el año 1859, había advertido lo mismo en su obra Contribución a la crítica de la economía política, en ella afirma:
“Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización.”(Marx,1859,Prologo)
Posteriorme en 1875, Carlos Marx escribió la Crítica al Programa de Gotha, en respuesta al programa político adoptado en el Congreso de Gotha, Alemania, donde se unieron dos organizaciones obreras: el Partido Obrero Socialdemócrata y la Unión General de Obreros Alemanes. Este congreso tuvo lugar del 22 al 27 de mayo de 1875, y resultó en la creación del Partido Socialista Obrero de Alemania.
El centro de su crítica es la visión del socialismo como un sistema de distribución, no de producción. Esta visión idealista surgía de sobrevalorar el derecho como una magnitud por fuera de las condiciones materiales de la sociedad.
La Crítica al Programa de Gotha no solo aborda las fallas del programa en términos teóricos, sino que también establece conceptos fundamentales del marxismo, como la distinción entre las fases del desarrollo socialista y comunista. Marx argumentó que, tras la revolución proletaria, habría una fase inicial donde los recursos se distribuirían «a cada cual según su aporte», seguida por una fase más avanzada donde se distribuiría «a cada cual según su necesidad»; en el ciclo de la transición, en el socialismo, no es el igualitarismo la medida de distribución, sino la capacidad y el trabajo aportado.
En la Crítica al Programa de Gotha, Marx aborda la relación entre el derecho y la producción en el contexto de la transición hacia el socialismo y el comunismo. En particular, expresa que el derecho, por tanto, nunca puede ser más que la expresión de las condiciones materiales de vida de la sociedad y que ninguna sociedad puede darse un derecho que no se haya ganado en la producción. Marx afirma al respecto lo siguiente:
Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado. (Marx, 1875, pg 17)
Y continúa afirmando en relación al rasero de medición igual al trabajo que se realiza:
A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo. (Marx, 1875, pg 18)
Finalmente enfatiza la crítica a la visión del socialismo como distribución:
El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que está dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás? (Marx, 1875, pg 22)
Todo este arsenal conceptual de Marx, junto al trabajo de Engels sobre socialismo utópico y científico, donde señala como el cambio social debe entenderse a través de las condiciones materiales de producción y las luchas de clases, son olvidados por la ortodoxia de izquierda; sin embargo no está presente en la sociedad venezolana un postura activa de debate que confronte la visión ortodoxa y avance en ganar legitimidad a la forma de socialismo que se construye desde el liderazgo del presidente Nicolás Maduro. Este profundo tema y problema, es hoy iluminado desde la experiencia China, la cual construye sin pausa la sociedad socialista, como con asombro lo registran las agencias de inteligencia de EEUU, las cuales ven con perplejidad que su ilusión de la restauración capitalista en el país asiático se ha desvanecido en el aire. Lo mismo ocurre con la experiencia del Socialismo Bolivariano, el imperialismo de los EEUU no termina de comprender como es posible, después de un ataque en profundidad como el sufrido, el país de Chávez y Bolívar siga en pie con el protagonismo popular al centro.
- Wilfer Orlando Bonilla es directivo de COLAREBO e investigador del INTERSABER:Centro de pensamiento.